"Para poder ver, hay que limpiarse los ojos de las telarañas que la civilización te va poniendo. En el caso de Latinoamérica, las telarañas vienen del machismo, del militarismo, del racismo... Hay que intentar ver lo que no se ve. Liberarse de los prejuicios que impiden ver las cosas como son".

"El mundo está más o menos sometido a una dictadura del miedo que en la mayoría de los casos se expresa a través de los organismos financieros internacionales, que están en condiciones de ejercer una presión extorsiva sobre gobiernos que tienen intención de cambiar la realidad y que aplican lo que yo llamo la "cultura de la impotencia". Esta es una herencia de los viejos tiempos coloniales, una cultura de la impotencia que le ha costado mucho a América Latina, alimentada por curas fatalistas, militares despóticos, doctores imbéciles que han dicho y repetido una, dos, tres y miles de veces: "la realidad es intocable". Y cada vez que un gobierno, un movimiento popular muestra el "peligro" de que la realidad pueda ser tocada y cambiada, interviene un señor invisible que todo lo puede, que es omnipotente y que se llama "mercado". Mercado ya no es el nombre de aquel lugar "doméstico", de los barrios donde la gente se encuentra con la gente y se compra verdura y fruta. No, mercado hoy es el nombre de una potencia invisible, un nuevo dios que dirige nuestros actos y que prohíbe casi todo. En América latina, en los nuevos gobiernos latinoamericanos, tengo muchos compañeros, mis compañeros de muchos años atrás, que me dicen: Sí, sí, está bien, pero no es posible, no es posible porque el mercado no lo permite, y aquí mi pregunta es: "¿Pero quién ha votado por este señor mercado? ¿Tiene una credencial civil? ¿Tiene documentos? ¿Quién es el mercado? ¿Es un diputado, es un ministro, quién ha elegido al mercado?". Nadie eligió al mercado. Es un secuestro de la voluntad popular por el miedo, el miedo de inquietar al mercado..."
Y ahora nosotros digámonos cómo vemos las cosas...