Existe un notable paralelo entre Perón y los K. Ambos tuvieron dificultades en el segundo período de Gobierno. En ambos gobiernos, la oligarquía usufructó de los créditos blandos, pero no materializó la inversión en la industria, no tecnificó el campo, produjeron poco para el mercado interno, de tal manera que la demanda superaba la oferta, y eso produjo inflación.
En la década del 50, la falta de protagonismo de la industria, que no se tecnificó, dificultó la competitividad internacional de la Argentina, frente a un Brasil que crecía y ganaba apoyo crediticio y tecnológico de los EEUU. Los mismos sectores que causaron estos estragos, son los que nos refriegan la situación del País hermano del Brasil, al que ellos mismos cooperaron en sustentar.
Los opositores son los mismos, en el peronismo y en los dos gobiernos K.
Fue Perón quien se planteó que la Argentina estuvo diseñada para unos pocos. Una selecta minoría es la que accedía siempre a los bienes y consumos; el resto de la población, quedaba bajo la línea de pobreza. La clave del éxito de este modelo perverso era la superproducción de alimentos destinados en su casi totalidad a la exportación. Por eso, el modelo cerraba con costes salariales bajos, con volúmenes exportables altísimos, escasos fondos destinados a bienes y servicios para el bienestar general, y un alto porcentaje del presupuesto nacional destinado a garantizar la renta de los sectores económicos más concentrados. El Estado estaba atendido por sus dueños... y fue Perón el que quebró esta lógica... pero no del todo.
Hoy, en pleno gobierno democrático aparecen con mayor virulencia, de la mano de partidos como el Sojero y la CC, entre otros, la oposición que pretende hipotecar el País en manos del FMI... como si no hubiéramos sufrido bastante a causa de organismos internacionales de crédito.
A este perfil de opositores –los de los años 50 y también los actuales- les conviene reinstalar el circuito financiero, en vez del productivo; solamente ellos se benefician con la especulación, en vez de la ganancia genuina.
Los k hoy, a semejanza de Perón, vienen instalando políticas sociales y económicas apuntando a las mayorías populares, para que el Estado sea garante del Bien común.
Pero la oposición no percibe el modelo de distribución; se aglutina en pos de enfriar la economía, disimulan sus deseos de achicar salarios, de bajar consumos, de aumentar exportaciones en detrimento del consumo interno. Se proponen aumentar impuestos, pero (por supuesto) sin tocar la renta financiera o agropecuaria.
Para la oposición el rival es el Estado.
Hoy el Estado está gestionando otro tipo de intervención, coherente con sus propósitos de proteger a los productores más desfavorecidos. En efecto: la intervención consiste en implicarse en el comercio de granos, estatizando lo que actualmente manejan cinco cerealeras multinacionales. El modelo es como el que aplican Australia o Canadá, y con un grado de intervención muy inferior al de la Unión Europea o Estados Unidos, donde hasta la distribución de las áreas a sembrar por cultivo es monitoreada y controlada por el Estado.
Y es acá donde aparece la diferencia. Hace un año que todos los del “campo” se hallaban unidos con el propósito inclaudicable de desgastar al Gobierno. Hoy, los molineros, los tamberos y la industria láctea, bregan por la presencia del Estado en la comercialización, porque garantizan sus ganancias en mayor medida que las empresas comercializadoras. Mientras que patronales del agro, bolsas de comercio y de cereales, corredores y consignatarios, dueños de puertos privados, fabricantes de maquinaria agrícola, aceiteros y productores avícolas, rechazan abiertamente el plan, porque distribuye más equitativamente las ganancias descomunales que les daba el negocio del agro. Advierten que si eso pasara, se crearía otro conflicto, innecesario y de consecuencias imprevisibles, porque el impacto, será una grave disminución de la producción.
Muchas son las ventajas del proyecto de crear un ente nacional testigo en el mercado, arbitrando precios y distribución de las disponibilidades de granos. Sin embargo, me temo que las patronales del campo las rechacen sin mirarlas siquiera. Pero es probable que la Federación Agraria, dada la representación que ejerce, sea la entidad que se siente a discutir la medida. Si así no fuera. Otra vez los pequeños y medianos productores se verían perjudicados por la impugnación de una norma que les convenía. Como pasó con la 125.
Pueda ser, que las entidades rurales valoren este plan. Al fin y al cabo, una de esas entidades presentó antesa del conflicto sojero, en el Congreso un proyecto con similares propósitos. Pueda ser que nos mantengamos unidos por la fortaleza de tener un Estado defensor de nuestros intereses. Porque no resultará fácil instalar este principio equitativo en el mundo. El Imperio y las empresas multinacionales, no lo van a aceptar tan cómodamente.